domingo, 28 de febrero de 2016

¿Vale la pena?


Estoy sentada en un tejado medio roto desde el que se ve un cielo que se hace más oscuro a lo lejos. Bajo las escaleras de caracol y salgo a la puerta. Miro hacia arriba y todo está cubierto de nubes blancas, un rayo de sol alcanza a deslumbrarme por un instante. Avanzo por el paseo mientras oscurece, como cada día. Llego a la playa amplia, limpia, donde las estrellas se reflejan en el agua. Pero hoy es uno de esos días que hay tan poca luz que comienzo a tener miedo. Sin embargo, decido continuar por la orilla, porque en aquel lugar puedo buscarme y encontrarme. Comienza a llover y levanto la capucha de mi chaqueta para continuar andando. La lluvia empieza a recalarme la ropa. Me refugio debajo del portal de la casa de siempre, donde aún llega la arena, aunque tengo los pies helados. Esta playa me ha hecho sentir tan bien que me empeño en quedarme, por mucho que llueva. Pero la verdad es que esta semana he estado 5 días pensando en el frío y tan solo 2 disfrutando de las vistas. Sé que si no fuese tal como es, jamás la habría elegido como mi playa favorita. Sin embargo, la tremenda libertad que me atrae de este lugar, también me jode a ratos. Quizá mi mente independendiente no soporta estar siempre mirando al cielo, esperando a ver qué pasa. Es entonces cuando me pregunto si realmente debería seguir viniendo aquí.

O quizá solo sea un mal día.

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