domingo, 10 de enero de 2016

300 km/h

Viajar al otro extremo del mundo,
perderse durante meses, 
dormir durante semanas, 
conducir a 300 km/h por calles infinitas,  
llorar de alegría,
reír de miedo,
comer fuera,
trabajar en casa,
pintar las paredes,
tomar un café junto a alguna chimenea,
ver una película sin argumento,
pintar todos estos castillos.

Y después de tanto tiempo, se sigue queriendo contigo.